William S. Burroughs-El Almuerzo Desnudo (1959)

William S. Burroughs-El Almuerzo Desnudo (1959)

Dos veces me he topado con este libro en mi vida, y definitivamente no descarto algún día en el futuro toparme con él una vez más, y es que el Almuerzo Desnudo del SEÑORON William S. Burroughs es simplemente un libro intoxicantemente delicioso, plagado de pasajes alucinantes, pesadillas que cobran realidad en medio de los cientos de patas de un ciempiés que nos recorre el cuerpo mientras dormimos, si, así de repulsivo puede ser, como una visita forzada al cirujano plástico para cambiarnos el rostro para borrarnos la identidad, un viaje nada fácil, que obviamente no es para todos, pero para el atrevido, la recompensa de haber realizado un viaje fuera de este mundo siempre estará presente.      

Recuerdo haber pasado ligeramente por las hojas de este libro a mis dieciséis años, y la verdad preguntarme a mi mismo ¿Que sucedía ahí? ¿Cómo funcionaba aquel libro? ¿Cómo alguien podía haber escrito eso? La respuesta vendría un par de años más tarde, cuando tuve el tiempo y la paciencia de ir corriendo los repulsivos velos que cubren esta obra maestra de la literatura alucinante, no entendiendo tal vez mucho de los pronunciamientos de Burroughs, pero finalmente haciendo a un lado la lógica y dejándome llevar por el perverso mundo del viejo Burroughs en su etapa personal más decadente, pero en su época literaria más legendaria, hay que decirlo que para la segunda vez que me enfrenté a esta obra maestra de Burroughs, hace unos meses, simple y sencillamente no hubo barrera alguna, las palabras de Burroughs, todas ellas pasaron a través de mi y la experiencia fue para disfrutarse de principio a fin, con su oscuro y decadente universo abriéndose de manera por demás perversamente generosa.

El almuerzo desnudo hay que decirlo, es un viaje al interior de la mente de un drogadicto, Burroughs mismo (bajo su alter ego William Lee) viendo al mundo a través de los ojos de la esclavizante droga, Burroughs derrochando estilo literario adentrándose en el mundo de lo que pudiera ser la novela detectivesca, aunque con una mirada demasiado personal de esta, Burroughs desafía la novela común y sus estrictas estructuras, en primer lugar haciendo a un lado lo que serían el “tema y la trama” centrales del libro, reemplazándolo por un torbellino de aventuras en el bajo mundo de los adictos, con William Lee enseñándonos el mundo mientras la heroína corre sus venas y sale a las calles a buscar más droga, en medio de un mundo repleto de perversión sexual, que envuelve y arrastra a un sin número de personajes que Lee va conociendo en los mundos de la obsesión, la decadencia y la degradación casi total.

Burroughs le llama el álgebra de la necesidad a ese insano deseo de consumir drogas y ser consumido por estas, el sucio viaje nos lleva junto a Lee en saltos cuánticos a través del mundo, llevándonos con él (en algo que me recuerda al protagonista de Matadero cinco de Vonnegut) a lugares tan disimiles como la cosmopolita Nueva York, la caótica Ciudad de México y la hostil Tánger, todo esto mientras Lee va cayendo más y más dentro de la profunda pesadilla de su adicción, viéndose envuelto en inusuales esquemas de conspiración política, e inclusive extraños experimentos llevados acabo por doctores sin escrúpulos.

Pero una cosa hay que aclarar aquí, a pesar de la oscuridad grotesca en que Burroughs nos hunde en este escrito, El Almuerzo Desnudo también es un delicioso derroche de humor negro al más puro estilo de Burroughs, a pesar de los oscuro de los temas que van surgiendo, la adicción, la violencia, la perversión, la decadencia, y demás, el genio de Burroughs siempre consigue ponernos una perversa sonrisa, o peor aún, una macabra carcajada, gracias a su gusto supremo por lo grotesco, su poderoso manejo de la sátira y su capacidad de ponernos en medio de un mundo absurdo que con un poco de nuestra parte, podemos darnos cuenta de lo poderosos de su denuncia respecto al mundo que nos rodea en estos días.

El Almuerzo Desnudo pone a Burroughs a un nivel cercano al del tremendo Marques de Sade, como creadores de mundos extraídos de nuestras más salvajes pesadillas, como experimentadores feroces de nuevas ideas literarias, de nuevas técnicas, y capaces de envolverlo todo en un poderoso lenguaje que conecta si, con lo más oscuro de nuestra alma, pero que consigue arrancarnos una risa ante lo absurdo de las situaciones, en una “vista descarada y sin tapujos, de lo que esta en la punta del tenedor”, el puro almuerzo desnudo, sin nada que lo cubra.

  

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